La historia con rostro de mujer

Un reportaje como interna por tres días en el Penal Femenil de Puente Grande, Jalisco, fue mi carta de presentación. Describir la convivencia diaria de mujeres encarceladas en la mayoría de los casos por involucrarse en problemas de droga por sus parejas, quienes terminan por abandonarlas, se convirtió en el primer trabajo periodístico de mi carrera hoy de 18 años. Para escribir la experiencia, fui una de ellas. Una jovencita esquelética, sin gota de maquillaje que se hizo pasar por una presunta delincuente. Con mi uniforme beige, nerviosa y observadora, recorrí algunas de las celdas y pasillos donde vi imágenes de gente que rezaba, cuidaba hijos, hablaba con su abogado y a distancia, a través de un teléfono público, se mantenía al pendiente de su casa. Sin nombres, sin caras, sin otra cosa que el gran anhelo de recuperar su libertad para regresar con los suyos.

Desde entonces, gran parte de las historias que he contado como reportera de radio en Notisistema y conductora en Radio Metrópoli, tiene como protagonista a una mujer.
Iris, víctima de violencia intrafamiliar. En un ataque de celos su concubino le mató a su mamá y a tres de sus cuatro hijos. Angélica, condenada de por vida a una silla de ruedas por ser blanco de los disparos de un policía borracho. Teresa, una humilde costurera de Tonalá que luchó como guerrera por salvar a su hijo de 13 años, el primer niño en Jalisco en morir por la epidemia de influenza humana. Chuyita, abandonada en un asilo al oriente de la ciudad. Sandra, una adolescente golpeada simultáneamente por tres de sus compañeras de secundaria en el rostro más claro del fenómeno bullying en las escuelas. María José, una pequeña de siete años quien recibió 70 palazos de su maestra como medida disciplinaria. Doña Cata, desesperada por ver que su hija muere de anorexia. Victoria, una valiente que enfrenta el embate del cáncer de mama con entereza y dignidad y Avalitos, estilista, quien con la magia de sus manos le devuelve la confianza a decenas de mujeres que perdieron su cabello por las quimioterapias. Esas son las historias que nutren mi trabajo periodístico, las que quiero seguir contando para los lectores de este blog.


Gricelda Torres Zambrano